Sifu no necesita presentaciones, desde que saliese en febrero de este año ha causado sensación entre jugadores y prensa, aunque haya pasado más desapercibido de lo que quizás debiera en cuanto a premios.
Después de pasar por Playstation y PC, desde el día 8 de noviembre podemos disfrutar del juego de Sloclap en Nintendo Switch, versión sobre la que os voy a hablar en este texto.

Una base jugable a prueba de golpes
Como aquí ya se hizo un análisis de Sifu en su día, de mano de mi compañero Dani, yo sólo daré una breve opinión sobre el juego y me centraré en cómo ha resultado este port a Switch.
La base jugable de Sifu, como buen beat’em’up, es su sistema de combate y, por suerte para todos, podemos decir que es casi perfecto. No sentía una frustración y una satisfacción tales dominando un gameplay (pese al handicap que resulta jugarlo en Switch y del que hablaré luego) desde Sekiro, aunque no sería justa la comparación, pues ni Sifu está tan pulido como Sekiro, ni su desarrolladora cuenta con los medios de From Software. Pero sin duda las sensaciones de crecer y aprender junto a tu personaje son muy similares, algo que casa muy bien con la mecánica de envejecer del título. Y es por ello que se agradecen detalles postgame como los modificadores o la existencia de coleccionables y atajos a encontrar, que hacen más diversa la necesaria y placentera rejugabilidad del título.

El peor enemigo de un luchador es el rendimiento técnico
Por desgracia para Sifu, aunque su gameplay sea tan disfrutable, el estado en el que ha llegado a la consola de Nintendo no ha sido el mejor para un juego de sus características.
Y es que desde el primer día los tirones de frames son muy comunes, tanto en combate como fuera de él, y se nota cierto imput lag por el que el personaje tarda unas milésimas de segundo en hacer lo que le hemos ordenado. Como comprenderéis ambas cosas son realmente problemáticas en un juego donde los reflejos y el timing son clave, tanto para golpear, como para desviar y esquivar los ataques enemigos.
Por otro lado, aunque el apartado gráfico no es el punto fuerte de Sifu, en la versión de Switch hay un popping exagerado (que, por suerte, sólo afecta a los entornos y no a los enemigos) y se pueden ver dientes de sierra y texturas borrosas por todas partes. Además, en ocasiones hay cierta sensación de barrido en la imagen, pudiendo ver una estela dejada por los objetos o personajes en movimiento.
Cabe destacar que apenas una semana después del lanzamiento salió un parche para el juego que alivió ligeramente algunas de estas molestias, pero no las solucionó y pareció estar más centrado en otros problemas, como la ausencia de ciertos indicadores y mensajes emergentes.
Curiosamente, el rendimiento del juego mejora según avanzas, siendo las últimas zonas las que menos sufren de estos problemas y menos exigen a la consola (un respiro a mi ventilador fue de agradecer, la verdad).

Morir y resucitar puede ser la solución
Como ya he dicho, el núcleo jugable de Sifu es tan bueno y sólido como en sus otras versiones, así como su apartado artístico compensa bastante sus pobres gráficos, por lo que el potencial para ser un imperdible en Switch está ahí.
Más actualizaciones para optimizarlo, como parece ser que está haciendo el estudio, lo convertirán en uno de los mejores juegos del catálogo de la híbrida, pero hasta entonces creo que cualquiera de las otras versiones hacen al título mucho más disfrutable.
Aún así, no os quiero llevar a engaño: me ha encantado jugarlo y es maravilloso poder hacerlo en cualquier parte, por eso deseo que tenga un port digno del juegazo que es.